De 5 de dic. del 2006
Hoy nos toca ir al cine, no hay nada bueno que ver, al menos nada que guste a "nuestra clique", salvo Happy Feet, que -por razones que sería muy largo de enumerar- no podremos ver hoy.
Antes de que siga pasando el tiempo, quería referirme muy sucintamente a la "peli" que vimos la semana pasada.
La vimos por Russel Crowe y porque no había nada más que ver. Desde Gladiator, Beautiful mind y Master & Commander, es un actor que nos gusta mucho.
El director de esta cinta, Ridley Scott, es el mismo del Gladiator, pero la realización es totalmente distinta. Además hizo Allien (buenísimas, las tres partes).
En una página alemana, leí que A good year es un drama. Nada más alejado de la realidad. Tampoco es una comedia sin más.
Antes de proseguir, quiero dejar en claro a los queridísimos lectores de este blog que no pretendo hacer crítica de cine. Eso es un trabajo que dejo a los expertos. Tan sólo quiero expresar mi humilde opinión -de expectadora común y corriente- y compartirla con Uds.
De alguna forma, la película nos muestra el eterno dilema en que parecen debatirse nuestros contemporáneos, al menos en Europa: o la vida de trabajo o el laisser faire que se identifica con algunos países, como Francia.
La vida de trabajo sin gozo se identifica con países como... Alemania o Inglaterra.
En este caso, el trabajo agotador y agobiante de Max Skinner en Inglaterra es una faz de la vida posible: lluviosa (siempre llueve en Londres, fíjense en los cristales o vidrios), gris (los colores metálicos, fríos), agotadora, programada hasta el último detalle, sin un minuto libre, dura, cruel, pletórica de símbolos de status, donde casi no hay amistad (salvo la de Charlie, un personaje que, pese a todo, me resulta simpático), donde sí hay sexo, pero también programado, que sirve para escalar (se menciona lo de la asistente...).
Francia, la Provence es, por el contrario, colorida, libre, despreocupada, llena de vino, sol y sensualidad. No llueve nunca... en Francia. ¿Qué raro? ¿con qué regaran las viñas si no llueve?
La arcadia: el antes (retrospectiva de su infancia -sólo los veranos, porque el chico estuvo interno- con el tío Henry), el pasado que se proyecta hacia el futuro.
En el fondo, típicos chichés. Supongo que se venderán bien en los Estados Unidos y otros países americanos.
Personalmente conozco bastante gente que se dedica a las finanzas y que vive en castillos del tipo casa de tío Henry en la Provence que Max hereda y donde encuentra la felicidad que no hallaba en el frío y lluvioso Londres. Y les aseguro que... una persona no cambia porque tenga una casa de este tipo castillo en zona vitivinícola.
Ni menos aún -por el contrario- si se acuesta con todas las chicas del pueblo, como el tío Henry. Max lo dice: el tío Henry no se enfrentó a la vida. No asumió su responsabilidad.
Y, a propósito de responsabilidad, lo de la producción de vino ilegal... que se justifica como una suerte de delito de caballeros... de caballeros como el tío Henry, en la magistral actuación de Albert Finney 0 Big Fish... fíjense en una de las escenas finales.
La búsqueda de la arcadia es una constante en la historia de la narrativa. Y también en la narrativa cinematográfica.
Yo diría que encontrar este lugar ameno donde podemos ser felices no es una cuestión, en primer término de encontrar un sitio físico, sino de encontrarnos a nosotros mismos, de encontrar nuestro fin, nuestro objetivo... ese algo por qué vivir, por qué luchar, por qué esforzarse, por qué ilusionarse.
Eso es, a mi modo de ver, lo que nos hace ser felices. Independientemente de si vivimos en un lugar lluvioso como Londres, si tenemos un trabajo agotador en el mundo de las finanzas. O si tenemos uno agotador en un viñedo de la Provence. ¿Cómo sería si Max no fuera el rico de la película, sino un obrero cualquiera? ¿Es el dinero el que nos hace ser felices? En un comienzo, pareciera que el dinero no lleva a la felicidad, en un segundo momento, parece que sí.
La felicidad no la da el sol, el vino y el sexo -como se insinúa en la película- y han interpretado los críticos. No, la felicidad para Max vendrá dada por el encuentro del sentido de su vida sin sentido. Porque, en realidad, escalar puestos y jugar con las acciones... eso no es el sentido de la vida de nadie, es algo que no puede llenar a nadie.
Es evidente que una persona que trabaja en el mundo de las finanzas sí le puede encontrar el sentido a la vida, en Londres, en Frankfurt o donde sea. El sentido de mi existencia no viene dado por la ciudad donde vivo, ni por la profesión que tengo. Sino más bien por el fin que persigo, que tengo en la vida.
No es lo que hago, sino cómo lo hago.
Max podría haber seguido en Londres y haber encontrado allí la felicidad, en realidad, no necesita huir "del mundanal ruido" londinense a la arcadia provenzal.
La arcadia, el lugar de encuentro, el sitio de la felicidad puede estar en todas partes, lo llevamos dentro nuestro, no hay que buscarlo fuera de nosotros...
Aunque, un poco más de sol, nunca viene mal. Personalmente prefiero el sol interior que el de afuera.
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