lunes, 3 de septiembre de 2007

La Pasión de Cristo


De viernes 6 de abril

Queridos amigos: este es el texto de la carta al Mercurio un poco antes de que apareciera La Pasión (tuve la suerte de verla en una pre-pre-premiere en Düsseldorf).

Casi el mismo texto apareció (lo publiqué después en una página protestante en mi país), con relativa aceptación de parte del público (en su mayoría joven).

Sr. Director:

Después de vivir varios años en Europa, pienso que, en el Viejo Continente existe un antisemitismo latente, expresión de la xenofobia económica y cultural que afecta a pueblos sin futuro demográfico. Sin embargo, tildar la película "La Pasión" del australiano Mel Gibson de antisemita, me parece absolutamente descabellado.

Tuve la suerte de verla el sábado pasado y de conversar con quien fuera uno de los colaboradores de Gibson durante la filmación.

Desde el punto de vista cinematográfico, la fotografía, los colores, la música, el vestuario están magníficamente logrados y permiten adentrarse en la época. El trabajo de cámara hace que el espectador se "meta" en las escenas y pueda presenciarlas como un personaje más e identificarse con la muchedumbre presente en el pretorio, en el palacio de Herodes, en las calles de Jerusalén o en el Monte Calvario.

Los flashbacks están perfectamente ubicados dentro del argumento central y otorgan una mayor comprensión a la historia de la Pasión: las negaciones de Pedro; la última cena, justo en el momento de la crucifixión, como para poner de relieve que cada misa es la renovación incruenta del sacrificio de la cruz; la relación alegre, distendida y cariñosa entre María y Jesús; la defensa que hizo Jesús de la mujer adúltera cuando querían apedrearla.

La contraposición entre el demonio y María es un punto fundamental del guión: el demonio parece acechar constantemente a Cristo, tentándolo para que se rinda y lo abandone todo. María aparece en el ángulo contrario, dando fuerzas a Jesús, ayudándolo a levantarse, a seguir adelante.

A Jesús le cuesta, pero los gestos de la Verónica, de Simón de Cirene, también de algunos soldados romanos y de algunos judíos del pueblo, le dan fuerza para seguir ademante. Gibson se permite algunas libertades, como darle un papel importante a Claudia, que parece representar al hombre y la mujer modernos, con su carga de dudas, de escepticismo, de cobardía, pero, a la vez, de bondad y solidaridad humanas.

La brutalidad, criticada por algunos, no es sino expresión del realismo del cine moderno. Hay un sinnúmero de otros aspectos en los cuales también se manifiesta el realismo cinematográfico, característica de nuestro tiempo. Después de ver a Mortensen como Aragorn y a Tom Cruise, como el Último Samurai despeinados y sucios, no nos convencería un Jesús perfumado y recién salido de la peluquería, como en las películas antiguas, o a una María "aria" de ojos azules, ni menos aún un sufrimiento de Cristo tan sólo insinuado, como el de Heston en Ben-Hur.

Que los personajes hablen en arameo y en latín es una característica más del realismo cinematográfico actual, después de escuchar "mexicano" en la película Traffic, sería chocante oir a Caifás y a Juan hablando en inglés.

Por último, la película no acusa a nadie de la muerte de Jesús, si se quiere, es una autoacusación de Gibson -que personifica a todos los cristianos- cuyas manos son las que clavan a Cristo al madero, en la escena más fuerte de toda la película.

La Pasión, tal como es narrada en los evangelios, es terrible; pero, la filmación pone de relieve no tanto la violencia y brutalidad de los soldados romanos, como el sufrimiento de Cristo, que -esto también resulta claro- es un dolor sufrido por amor.

Sin duda, hay un sufrimiento sin sentido, como el que se ve en la excelente filmación The Missing, pero hay otro dolor que es, por llamarle de alguna manera, catárquico, que rescata, que redime y ese es el dolor de Jesús.

La cruz no es la derrota de Cristo, sino su triunfo y esto queda de manifiesto cuando, al morir Jesús, se ve al demonio en su reino de muerte, escenificado con esqueletos, gritando de rabia porque porque ha sido vencido.

En suma, tanto desde el punto de vista cinematográfico, como desde el ángulo histórico, me parece que la película es digna de verse, no sólo para los creyentes, sino también para quienes no son cristianos.

Atte.,
Marta Salazar Sánchez
Alemania




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